miércoles, 3 de febrero de 2010

El sabor de la paciencia

Enrico Cosentini se encontró caminando por la calle, un domingo lluvioso y gris, luego de, como hacia todos los días, fumar su cigarro negro y leer “El camino dorado” de William Bastonee sobre su sillón replegable de cojines Checos. Iba por Pernaza y dobló en Alvera, con su paraguas viejo, un piloto deteriorado por el tiempo y un papel que llevaba en la mano.

Al llegar a la esquina se encuentra con un grupo de hombres, conocidos del pueblo, que se entretenían con las barajas debajo del toldo de Don Aurelio. Los hombres, se sorprenden al verlo caminar bajo la lluvia, él no salía casi nunca de su casa, menos un domingo tan desolado y aburrido, y le preguntan qué lo traía por ahí. Enrico les responde: - Sólo voy a llevar este importantísimo papel celestial a destino. Aunque se venga una tempestad, esta joya vale muchísimo más.

Uno de los hombres, aún más sorprendido, pero también curioso, le propone a Enrico que le muestre el contenido de ese papel. A lo que Enrico se niega, y sigue su camino.

Más adelante, a unas 3 cuadras, la familia Díaz y Solís se apresuraban para entrar todas sus pertenencias a la casa, ya que se estaban empapando y ensuciando. Lo ven a Enrico, tan solo y reservado que lo invitan a pasar para que no se moje y le agarre un resfrío. Enrico les agradece y dice:

- Pasaría sin problemas si no tuviera que llevar esta fortuna celestial y ancestral que llevo en mis manos a su destino. Hasta luego vecinos.

Así, Enrico se pasó la tarde recorriendo el pueblo, encontrándose con gente y explicándole que llevaba un valiosísimo tesoro en sus manos, que era inevitable asegurarse que está a salvo.

Como era de esperarse, como siempre pasa en los pueblos pequeños, al día siguiente todos sabían y hablaban del misterioso papel que llevaba Enrico.

Llegaban cartas anónimas por debajo de la puerta, niños le golpeaban la puerta cómplices de sus padres para ver si podían sacar algo de información, invitaciones inesperadas a cenar en la casa de algún vecino, etc. A todo esto, Enrico se mantuvo firme y callado, encerrado entre sus cuatro modestas paredes, sin asomarse a la puerta.

La intriga llegó a su punto máximo. Luego de 3 meses de no lograr develar el secreto del preciado papel, los vecinos organizaban reuniones, debates y cualquier tipo de tertulia con el fin de convencer a Enrico. En la última reunión vecinal, se decidió juntar dinero, un poco cada uno, ofrecérselo a Enrico y terminar con esto de una vez por todas. Total, perder un poco de dinero con una causa común, no le hace mal a nadie. Habían juntado al final del día unos doscientos cincuenta pesos con veinticinco centavos. Con esto, debería entregarlo dijo Don José. Fueron todos a la casa de Enrico y le ofrecieron el dinero. Enrico no lo acepta y les comenta: - Un importante empresario del pueblo siguiente vino a ofrecerme dos campos de veinte hectáreas y un monto de diez mil quinientos dólares por el tesoro, de ninguna manera se los entregaré por tan bajo valor, sería una locura, en unas semanas lo llamaré y pasará a retirarlo.

Los vecinos no se querían quedar con las manos vacías y todo estaba poniéndose caluroso y caótico.

Al mes siguiente, fueron a hablarle al alcalde, que también le había llegado el comentario y se sentía intrigado. Sin discutirlo más, el alcalde fue a poner su propuesta sobre la mesa. Le dijo a Enrico: - Te daré una propiedad de calidad en este pueblo, unos cien mil dólares y un campo para sembrar, por el papel sagrado que tienes en tu poder. El pueblo es un caos desde que lo tienes contigo y esto no se va a poder controlar.

Discúlpeme señor alcalde, dice Enrico, pero su oferta es ínfima al lado de la nueva oferta que estoy por cerrar con el Sir Mc. Doug Land, el más rico y exitoso empresario automotriz de la región. Sus quinientos mil dólares y el Aston Martin de último modelo es mucho más de lo que usted propone. Gracias igual por su oferta.

¡De ninguna manera! –replica el alcalde ya enfurecido y fuera de control- Yo tengo mucho más poder! Ahora mismo –saca una chequera y unos papeles de propiedad- te firmaré un cheque por un millón de dólares, una propiedad fuera del pueblo, para que no tengan represalias en contra suya, y además, un automóvil de último modelo para que se pueda ir hoy mismo! Todo sea por develar el secreto de ese papel divino y sagrado que traerá la paz a mi pueblo y nos hará afortunados y ricos por siempre!

Sin decir una palabra más, Enrico arma su bolso, se sube a su nuevo automóvil de última generación, junto a sus pertenencias más preciadas, y pone su cheque y su título de propiedad en la guantera. Les dice a los vecinos y al alcalde: - El glorioso papel, que me ha dado tantas satisfacciones hoy será de ustedes, se encuentra enterrado en mi pequeño jardín, al lado de la puerta de madera. ¡Hasta luego!

Así Enrico Cosentini disfrutó de una vida plena, lejos del antiguo pueblo, fumando todos los días un cigarro negro y leyendo “El camino dorado” en su sillón plegable de cojines Checos, sólo que le faltaba una página, la página del desenlace que tanto le fascinaba.

Página 88: “...la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces. Si quieres tener éxito, no se escogerá cara o cruz, lleva mucho esfuerzo, pero la paciencia te llevará a él”. W. Bastonee.